viernes, 11 de julio de 2008

Un hombre,...una vida

Tal como lo prometí, hago la primer entrega del cuento. El último protagonista es Marco Levit, un hombre con una personalidad muy fuerte, amante de la naturaleza, del arte y de todo lo estético. Comenzaré con sus ancestros, ¿por qué?, porque todos tenemos una historia de la que venimos, la que heredamos al nacer. Espero puedas entrar en mi cuento, porque al final, vos querido lector, tendrás un papel protagónico.






Abuelos de Marcos




Corre el año 1915, era un día gris y brumoso de junio, el barco proveniente de Europa, atraca en el puerto de Buenos Aires, venía repleto de inmigrantes.
Samuel Levit, su esposa Sara Körn y sus tres hijos, Mateo, Judit y David, habían dejado atrás a su querida Francia y se embarcaron hacia América, allí estaba el futuro, ésa, era la tierra prometida.
Como vinieron con algo de dinero, no tuvieron necesidad de pasar por el hotel de los inmigrantes que estaba en el puerto, fueron directamente a una casa de la calle Sarandí, en realidad era un conventillo, donde le dieron una pieza para los cinco, por $10 diarios. Realmente, era una madriguera, escaseaba la luz eléctrica, el agua y el gas. No se veía la luz y tenían un reglamento superestricto que cumplir.
Por suerte estuvieron sólo un mes. De allí, partieron hacia el sur de la provincia de Entre Ríos, donde un paisano les consiguió unas 12 hectáreas para trabajar y un galpón para vivir. En él, vivieron hasta que Samuel construyó la casa de la familia. Esto fue posible, gracias a sus conocimientos, pues, a ésto, se dedicaba en Francia,…a construir casas.
La flia Levit formó parte de las colonias cerealeras más prominentes de la provincia. Al poco tiempo sus hectáreas comenzaron a rendir frutos y pudieron, no sólo comprar la tierra prestada, sino que cuadruplicaron sus posesiones. Sara trató de mantener las tradiciones judías, en las que había sido educada: el respeto por los días festivos, la luz de los viernes, las comidas, las sagradas escrituras(que casi a diario les leía a sus hijos). Los hijos ayudaron hasta que llegó el momento de ir a la facultad. Y, debieron emigrar. Samuel y Sara se quedaron trabajando esa amada tierra que los había cobijado, que tanto les había dado y le seguía dando. Esperarían el regreso de los hijos y más tarde de los nietos.
Mateo, se graduó de arquitecto, recorrió el mundo haciendo grandes obras.
Judit, con su título de médica. Regresó a Francia y con el tiempo abrió varias clínicas.
David, se recibió de ingeniero agrónomo, se quedó en el país y abrió una importante empresa cerealera y oleaginosa.

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