jueves, 7 de agosto de 2008

Un hombre,...una vida








(Vistas de San Isidro y de una niña blanca y rubia)




Marcos Levit (II)

Al cabo de esos tres meses la feliz pareja viaja a Londres, donde se hacen la respectivas presentaciones, ponen al tanto de los hechos a los padres de la joven y les comunican que se irían a vivir a Argentina, pues allí Marcos tenía con su padre un estudio de arquitectura.
Se instalaron en la casa de Marcos, en la planta superior del estudio, donde habían construido un departamento de tres ambientes con la idea de alquilarlo algún día.
Margareth se adaptó rápidamente a sus suegros, a su cuñada María Isabel, quien vivía en el Barrio de Saavedra frente a un gran parque que olía a eucaliptos, tilos y flores. Le encantaba caminar por las callecitas de San Isidro, pues recordaba los suburbios londinenses. Estaba maravillada con el río, la vegetación y el clima del lugar.
Ni bien se instalaron, se casaron. Pronto nació una niña rubia, blanca, hermosa como la madre. Le pusieron Helena, nombre griego que significa,…”bella como el sol del amanecer”.
Marcos era un excelente compañero, cocinaba manjares exóticos, parecía amar más la gastronomía que la arquitectura.
Helenita tenía 10 años cuando perdió a su madre en un accidente de tránsito, había dejado a la niña en la escuela y se aprestaba a ir al centro por trámites, cuando chocó y murió en el acto.
Fue un golpe muy duro para toda la familia, Mateo y Zulma la habían adoptado como si fuera una hija.
A partir de esa situación, todo comenzó a complicarse. Mateo era grande, y, luego de una cruel enfermedad, parte.
La casa estaba quedando grande. Zulma ayudaba en la crianza de Helenita, mientras Marcos, con socio nuevo, seguía en el estudio.

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